El mar suena blanco.
El aire repleto de sal lo baña todo alrededor, mientras enormes lagartijas rayadas saltan hacia atrás justo antes de ser arrolladas y adornan las piedras, los arcenes y las rendijas de los ocres muros que delimitan las parcelas.
El aire es también blanco.
Abriendo regiones cromáticas los verdes más suaves casi no existen, dejando paso a los azules caribeños y límpidos, añiles intensos, todos los azules que hay en ondas y caricias de roca, bordeándolo todo, rodeando peces y tierra y cielo, acotando islotes que brotan, fascinados por el reflejo allí de una espuma, casi nula, que se rebela contra la quietud del manso manto de agua.
Rodamos a lo largo de la espina dorsal de asfalto sobre nuestras bicicletas, dejando a ambos lados pequeñas casitas y colmados, acompañados por la brisa y el brillo del mar que puebla cada suspiro, cada brizna de hierba, cada rugosa corteza de pino, cada sabina.
Y al final, como eterno retorno, el reflejo apagado, paradójicamente mate, de las salinas. Volvemos al charco en el que el agua envejece y muere y flota y se va, dejando como espíritu impenitente, como rastro indeleble, la esencia del agua que no se bebe, lo que se pega a la piel y pertenece al último rastro físico que se borra de esta isla que ya dejamos, pero que estará por mucho tiempo con nosotros: Formentera.
1 comentario:
Hola,Carlos, se le antoja a uno irse unos días a esa isla. Muy buen texto y muy limpio.
Me complace que estés de acuerdo con lo de las VPO. Fíjate si soy desastre que no había reparado hasta hoy en tus comenrarios, ni me acordaba de que eres arquitecto, según creo haberte leido. Sí, en la vivienda es donde con más claridad percibo las diferencias entre una y otra política, y, como bien dices, se puede vivir muy bien y con una hipoteca más ligera, pero entonces los bancos y los intermediarios no hubieran liado la que han liado.
Ahora queda pagar los platos rotos, que no son pocos.
Un abrazo.
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