casi invisible



2010/11/12

Santiago Sierra, Antonio Muñoz Molina y la mala leche

Leo en el boletín digital hoyesarte.com que Santiago Sierra ha rechazado el Premio Nacional de Artes Plásticas. Leo detenidamente la carta que dirige a Ángeles González-Sinde y se me dibuja una sonrisa sarcástica. No conozco de nada al tipejo en cuestión y ya me cae bien.
Entro en su página web (http://www.santiago-sierra.com/), que asombrosamente el cortafuegos del trabajo no considera página de arte, ni contenido para adultos, ni noticias, ni cualquier otra cosa que tenga que ver con los bajos instintos o con el pensar (claro ejemplo de los tiempos que corren aplicado a la realidad diaria), y me paso cerca de una hora sin poder salir de ella, enganchado en unos proyectos que no son estéticamente atractivos, ni bien presentados y ni siquiera poéticos. Simplemente un tío pensando en voz alta y actuando para hacer que pensemos en cosas que no pensamos habitualmente o hacemos como que no pasan, o que se nos olvidan.
Como hay poco trabajo y el jefe llega dos horas después de que yo llegue (como la vida misma), decido completar la mañana cultural y me conecto al blog de Antonio Muñoz Molina (http://www.antoniomuñozmolina.es/), otro que parece tener abierta la puerta del ordenador, a pesar del gran hermano. Como diría Cifu (Juan Claudio Cifuentes, Cifu para todos vosotros, los amigos), uno de los más finos estilistas del lenguaje. Es, probablemente, uno de los mejores escritores contemporáneos en español, una persona a quien admiro por su escritura y que, en lo poco que pude hablar con él en un aeropuerto, hace ya muchos años, me parece alguien “normal”. Y “normal” ya es mucho decir, tratándose de un escritor consagrado (no vamos a mentar nombres, pero pensemos en succiones anales, asaltos sexuales a menores, insultos del siglo de oro con “bigotazos y glaucos ojos grises”). Sin embargo me da la sensación de que la consagración de una persona y su posicionamiento en el altar y la calidez de la seguridad institucional, los premios y los reconocimientos provoca un alejamiento de la realidad que termina por trasladarse a su obra. No dudo del compromiso ideológico del señor Muñoz Molina con el socialismo inteligente, a lo Negrín, que plasma en algunos brillantísimos diálogos de su última novela, pero cuando leo en su blog alguna entrada en la que describe su punto de vista sobre la huelga general, o su preferencia a hablar sobre verduras y música y pintura y fotografía a hablar sobre la exaltada política española (y ojo que tiene razón en lo de exaltada, incluso diría más, zafia y prácticamente inútil), no puedo dejar de compararlo con el peleón Santiago Sierra. Y, aunque mucho más bella, su voz sale perdiendo. Porque, como dicen los americanos, está claro que la política española es una hija de puta, pero es nuestra hija de puta. Tenemos lo que tenemos, pero debemos aspirar a cambiarlo desde su crítica. Lo otro es mirar hacia otro lado y escudarse en la belleza del arte puro, que poco o nada tiene que ver con la cruda realidad del que se levanta todos los días a las seis de la mañana por 700 euros al mes. Lo otro es el castillo de marfil, precioso, brillante y blanco pero, por mucho que se quiera, con los cimientos enfangados de la mierda de una sociedad que seguirá igual si no se cambia a golpe de esfuerzo. Y en eso, a los trabajadores de a pie, nos deberían ayudar los intelectuales. Evidentemente, es más fácil atacar una postura comprometida con determinadas realidades (salarios, estado del bienestar, infraestructuras, sanidad y educación públicas…) que a aquel que se recrea en el hermoso color del trigo desde un tren, o las magníficas fotografías de Horacio Coppola, que no por ello dejan de ser hermosas ni deja de ser necesario que se siga hablando de ellas. Pero viene bien, de vez en cuando, sentir una mirada a problemas comunes, a la misma altura de los ojos, y no solo leer sobre bellezas inalcanzables para todos aquellos que no somos artistas. Eso se llama empatía. Eso se llama seguir atado a la realidad de la mayoría. Lo demás es estético, muy necesario pero, sin complementarlo con una crítica social a los problemas reales, bálsamo para (cultos) pobres. Como los toros o el fútbol en épocas pasadas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es lo más parecido a mi opinión sobre AMM, sobre su literatura y su compromiso cívico y político que he leído o haya escuchado.

Es admirable y conmovedor este escrito,es clarificador y sincero en la opinión que expresa sobre nuestra situación política, tan necesaria, a pesar de todo.

Es un verdadero placer.

Un abrazo

Alba dijo...

Llegó también desde el blog de AMM. Precioso artículo y estupendo blog. Esa comparación de AMM con Negrín utilizando la idea de "socialismo inteligente" me parece muy oportuna y muy ilustrativa de las posiciones tanto de uno como de otro.
Por cierto, y título de mero comentario, la foto de tu última entrada, la del perro y la fuente, me ha recordado a la portada de libro de Coetzee, "Desgracia".