Antes de la conferencia del otro día, estuvimos charlando con Agustín Fernández Mallo sobre literatura y arquitectura. Comentaba, con gran acierto, que a él, como profano en la materia, le atraía sobre todo la manera en que la arquitectura a partir del renacimiento se había convertido en un aglutinador de las artes, comprendiéndose como lo que en la modernidad se entendería como la obra de arte total. Comentaba Agustín que a él le parecía que esa función aglutinadora ahora la representaba el cine, que ha sustituído en la posmodernidad a la arquitectura en lo que a condensar disciplinas se refiere. Pensando esa noche en ello me he acordado de Dziga Vertov, ese montador-director, o como diría él, kinok-documentalista. Las vanguardias rusas dieron grandes personajes creativos, pero tal vez Vertov es uno de los menos mencionados. La intelectualidad de la rivé gauche del mayo del 68 parisino, con Jean Luc Godard a la cabeza sí se acordó de él, formando el colectivo VERTOV, y Chris Marker también, tomando el nombre de otro gran cineasta ruso, compañero de Vertov, y por el que formó el colectivo MEDVEDKINE. Sin embargo todo eso se ha perdido en el tiempo. El último intento que yo conozco de divulgar los escritos del movimiento del CINE-OJO, que así se llamaba, fue un libro publicado en 1973 por la Editorial Fundamentos, titulado El Cine Ojo. Dziga Vertov. En él se recopilan todos sus escritos y manifiestos, que dejan muy claro que las vanguardias lo inventaron y desarrollaron casi todo en el mundo del arte.
Dejo también un link a un trabajillo que hice sobre la relación entre Vertov y Chris Marker, esa rareza del cine francés que hizo, en palabras de mi amigo Cesar Esteban, el corto que más recomiendan los modernos del cine, La Jetée, que más tarde Terry Gilliam convertiría en la fantástica Doce Monos.
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