casi invisible



2010/07/26

al final de una carrera (o más vale una honrosa retirada)

Ya lo dijo Jack Black en aquel fantástico papel en la película "Alta Fidelidad" refiriéndose a Stevie Wonder: es mejor quemarse rápido que apagarse poco a poco. Cualquiera que haya oído Songs in the Key of Life, triple disco de un compositor inspiradísimo, no es capaz de asumir las bazofias que hizo a partir de mediados los ochenta. Eso no quiere decir que sea un mal músico; quiere decir que intentar alargar una carrera sin saltar al vacío de vez en cuando lleva a fiascos como (ay, me duele decirlo...) el de Herbie Hancock. No es que yo sea el máximo admirador de Hancock: en la historia del jazz moderno al menos me vienen tres nombres antes que el suyo (Thelonius Monk, Bill Evans, y por supuesto Duke Ellington), pero sí es uno de los más grandes. Y por eso cuando en los últimos momentos de su carrera estropea una trayectoria forjada desde los orígenes a base de composiciones que se han convertido en standards (Watermelon Man o Cantaloop, por poner dos de los más funkies) y álbumes tan revolucionarios como el Head Hunters, a uno le da pena.

Lo de ayer fue un refrito de versiones de temas del pop pasados por las manos hábiles del piano de Hancock y sus músicos (competentes, eso está claro) y algunos toques de jazz-funk a partir de sus temas estandarte. Y ya. Nada más. Y viniendo de alguien como él, alguien que ha tocado con los más grandes (Miles, Coltrane, Dexter Gordon, Paul Chambers...) eso es muy poco.

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