casi invisible



2010/11/26

nulla ethica sine aesthetica (o viceversa)

El jueves 18 de noviembre viví dos situaciones que me hicieron reflexionar sobre el papel del arte en la sociedad. En realidad no fueron grandes cosas, se trató más bien de detalles que no significan nada en el momento, pero que se quedan grabados en el subconsciente hasta que otra gota desborda el vaso de las ideas. Lo tengo todo apuntado en mi libreta, casi telegráficamente. Transcribo:

18nov2010
En un libro de Cortázar, que le he pagado a un argentino, un separador que publicita un despacho de psicoanálisis con descuentos para estudiantes. El mundo es un tópico en sí mismo.
Frente a la puerta de la Sala Alcalá 31, pitando contra una pared –Ministerio de Educación- un esforzado grupo de personas (ni 200) gritaban por la salvación de la enseñanza pública en Madrid. Ni santos Don Quijotes como éstos, me temo, podrán con el cutre thatcherismo castizo de Esperanza Aguirre. Malos tiempos para lo público. Y peores augurios.

Después de esto entré casi con un sentimiento de culpabilidad a ver la exposición de Santos Yubero, y pensando que el regocijo en la paradoja meramente intelectual-artística del primer apunte, se podía, se debía hilar de alguna manera con la segunda: una concatenación que emparenta ética y estética, como un aviso en un mero cruce temporal.
Yo no tengo una voz que se escuche públicamente. Este blog no es más que mi desahogo personal (700 visitas en cuatro meses, y la mayoría de los mismos amigos). Pero me obligo a escribir esto porque entiendo que sin esa educación pública, yo no sería hoy un titulado superior que disfruta de exposiciones de fotografía y que es capaz de pensar de manera crítica sobre la situación política y social actual. El mayor error (a mi corto entender) de hoy es que hemos delegado la política en los políticos, en vez de ejercer responsablemente cada uno desde nuestra platea personal, sea esa la que sea. El mayor error, digo, es que se cuestiona a aquel que hace público su compromiso hacia una postura, como si eso implicase cinismo (no todos los que hacen gala de ese compromiso son unos falsos; algunos parece ser que han vivido de manera recta y coherente y sin abandonar su militancia). Cada uno que diga y haga lo que crea, que ejerza en su vida privada y/o pública como entienda. Yo así procedo, desde el rincón que me ha tocado habitar, con mis capacidades y con la libertad que se me ha otorgado como un privilegio por el que muchos se han sacrificado y al que me siento obligado a rendir cuentas.

(Escribo esto tras la polémica que se suscitó en el blog de Antonio Muñoz Molina al darse a conocer mi post “Santiago Sierra, Antonio Muñoz Molina y la mala leche”. No es un portazo de punto y final, y me guardo otro escrito de desagravio para un escritor al que admiro y respeto, y con el que quizás he sido injusto. Dicho lo dicho, y dado que soy de origen aragonés, tengo que confesar que hasta el momento me reafirmo en mi postura, habiéndome equivocado tal vez en las formas, pero no en el fondo. Va por usted, Maestro).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Carlos: lamento haberle salpicado al haberme metido en un charco de tantos de los que me meto con mi torpeza.

Me queda el consuelo de haberte conocido, o haberlo conocido, y conocer un poco más a AMM.

Mis más sinceras disculpas si es que metí la pata.

Ha sido un placer.